¿Qué podemos decir de un insecto inofensivo que no muerde, no cura las heridas de las serpientes y, definitivamente, no mide las almas humanas para el bien y el mal? Evidentemente todo esto forma parte de la amplia mitología que ha rodeado la existencia de las libélulas.
Antes de conocer cuál es la tradición en solo algunos lugares del planeta, hablemos sobre un aspecto muy llamativo relacionado con varias culturas, se trata del cambio. En muchas regiones, manteniéndose hasta la actualidad, la libélula ha sido considerada como un agente de cambio y presumiblemente, un símbolo de la auto-realización. La auto-realización es la forma en que la libélula utiliza su poder para controlar sus movimientos con tanta elegancia. El cambio y la evolución tienen que ver con la capacidad de la libélula para volar y la forma en que puede estar cómoda tanto en el agua, la tierra, como en el aire.
Para los japoneses, simboliza el verano y el otoño, siendo admirada y respetada por todos. Tanto es así que los Samurai la utilizan como un símbolo de poder, agilidad y victoria. En China, la gente asocia la libélula con la prosperidad, la armonía y como un amuleto de buena suerte.
Entre los nativos americanos, es un signo de la felicidad, velocidad y pureza.
En Suecia, el folclore sugiere que las libélulas vuelan alrededor para comprobar si hay malas almas y en otros lugares se cree que se acercan sigilosamente a los niños que dicen mentiras y a los adultos que maldicen y regañan, para coser sus ojos, bocas y orejas, respectivamente.
Por una especie de insectos que ha habitado nuestro planeta casi 300 millones de años, es natural que se tenga una percepción tan amplia y variada entre las diferentes civilizaciones.